Que las cosas están mal eso es algo que sabemos todos o, al menos, el 99% de los mortales. Y no es una cuestión que afecte únicamente a los desempleados –los más afectados- o a los que menos recursos tienen, sino que afecta al conjunto de la población; en tu ciudad, en tu país e incluso en tu continente.
Quien más o quien menos conoce o sabe de algún caso en el que un familiar, un amigo o un antiguo compañero de trabajo las está pasando “canutas”, válgase la expresión.
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Y con semejante panorama, ¿cómo logro que mi empresa alcance los objetivos, no pierda dinero y, además, pague religiosamente a sus empleados? Muchos pensarán que es tarea harto difícil en los tiempos que corren, más si cabe si se trata de pequeñas o medianas empresas, esas que verdaderamente sustentan el peso del país. Y otros se quejarán de que no tienen ni una varita mágica, ni siquiera una bola de cristal, es más, gritarán a los cuatro vientos que quién les ha robado la gallina de los huevos de oro, esa de la que todos nos hemos alimentado cuando las vacas estaban gruesas no hace tanto.
Para un pequeño o mediano empresario –no digamos para un autónomo- parece milagroso poder pagar sus deudas, recibos, nóminas y tributos a fin de mes con el volumen de ingresos que está obteniendo, pero lucha concienzudamente por ello cada día. Si uno es trabajador por cuenta ajena, por muy mal que estén las cosas, quizás esté más tranquilo si cree que cumple su labor porque mientras cobre a fin de mes, aquí paz y después Gloria, pero se equivoca, y de qué modo.
La situación aún resulta más compleja para aquél que, por las circunstancias que fuere, pretende establecer un nuevo negocio, emprender, crecer profesionalmente única y exclusivamente gracias a sus propios recursos y a su esfuerzo personal junto a los que le rodeen. De hecho, recientemente se publicaba por parte del Banco Mundial un ranking de facilidad administrativa, burocrática y, en definitiva, resolutiva en la creación de empresas, siendo el total de 183 países los estudiados y situando a España en el puesto 147. La República africana del Congo se sitúa en el 146.
En el sector turístico, principalmente el hotelero que es el que manejamos, la situación es diferente según va por barrios. Ciudades de gran radio como Barcelona y Madrid, con una capacidad hotelera enorme, han mejorado sus resultados en lo que va de año respecto a cifras del anterior, mientras que en ámbitos más pequeños, todavía no se percibe mejoría alguna y el día a día resulta casi insufrible.
Bien sea un hotel independiente, un asociado a un entramado hotelero o un hotel perteneciente a una pequeña o gran cadena hotelera, lo que bajo ningún concepto puede permitirse actualmente es malgastar el dinero, sus recursos, en ninguna partida de su balance. Es más, esto debería ser el Padrenuestro y cumplirlo a rajatabla siempre y en todo momento, sea cual sea la coyuntura.
Pero lo que es evidente –aunque no para muchos de nuestros gobernantes- es que no podré gastar nunca lo que no tengo, y lo que necesito son ingresos. Ventas de mi hotel, de mis habitaciones, desayuno y demás servicios con los que pueda contar para disfrute de mis clientes, en definitiva.
Recuerdo casos en los que, coincidiendo con eventos de altísima demanda, aparecen siempre noticias en las que los hoteles son criticados, sobre todo en España, hasta límites insospechados debido al incremento de sus tarifas para esos períodos. Me dan envidia sana aquellos que, primero son capaces de hacerlo sin complejos, pero más si cabe los que destacan y no se pavonean, sino que gracias a los frutos de su esfuerzo han conseguido que su empresa, su hotel, obtenga unos resultados excelentes en el momento en que debía obtenerlos. La clave reside en la constancia, el esfuerzo, el bien y fin común de todos y cada uno de los trabajadores de esa empresa. No están los tiempos ahora para tener lastres sino para destacar, para redoblar esfuerzos y trabajar en equipo con tesón y convicción, con liderazgo y con análisis de la situación de forma constante, tomando entonces las medidas más acertadas.
No todo es oro lo que reluce, y hay a quienes les asusta el hecho de disponer tarifas ciertamente elevadas, pero les da absolutamente igual que su hotel, sin ellos saberlo, se venda por debajo del precio al que debería venderse durante todo el año, simplemente por desconocimiento, por incompetencia o, lo que es peor, absoluta dejadez. Estos son lujos que salen demasiado caros y que, con sentido común y trabajo, hay que eliminar de raíz.
Tampoco es grato el mercado laboral al que estamos sometidos, que resulta voraz en algunos casos, desleal en otros y mediocre en muchos, pero es función propia de la empresa el rodearse de un equipo competitivo, aunque para ello haya que desembolsar más dinero de lo previsto, pero nunca ha sido más evidente que ‘menos es más’.
¿Cómo analizar mi situación y grado de respuesta a mis ventas? ¿Cómo puedo ser consciente de que el camino que estoy trazando es el correcto o sé que me la voy a pegar en la primera curva? Con esfuerzo y tesón. No hay otra respuesta. Y con todo el equipo volcado en el mismo fin, todos a una, revertirá sin duda en una tormenta de ideas, de proyectos, de ilusiones que, con dedicación y voluntad, deben convertirse en éxitos, en consecución de objetivos, en realidades. Eso sí, si uno mismo no se lo cree o no está plenamente convencido casi es mejor que ni lo intente. El “todo fácil” y “sacrificio cero” no conduce a nada más que al fracaso. Está demostrado. Y eso sí que es una ruina.
Nadie tiene la varita mágica ni la bola de cristal. Ni hay peor enemigo que el conformismo o que adoptar la inercia de la masa. Rodearse de gente válida y con afán de superación está al alcance de la mano de cualquiera, y recurrir a profesionales que aconsejen, orienten e incluso ejecuten acciones únicamente destinadas al éxito es sencillo.