En el momento de escribir estas líneas puedo decir que llevo 24 horas en esta fabulosa ciudad, y no la conozco, dado que las obligaciones profesionales me lo han impedido, y lo seguirán impidiendo hasta dentro de tres días.
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Pero hay algo que desde el momento en que aterricé anoche en Buenos Aires me ha hecho reflexionar, y me mantiene en constante estado de alicine mental. La vocación de servicio, la amabilidad de las personas y especialmente las que trabajan en Hoteles y Restaurantes, es algo que podríamos decir es casi obligatorio. Sin embargo, ahora veo los contrastes entre una ciudad como Buenos Aires y mi Barcelona natal o en cualquier otra ciudad, con el máximo respeto por mis amigos, colegas y clientes de Barcelona:
- Echaba de menos el “señor puedo ayudarle”?
- Echaba de menos el “todo bien señor”?
- Echaba de menos la sonrisa de un/una recepcionista de hotel, no solo a la llegada sino en cada una de las interacciones con la recepción.
Echaba de menos muchas cosas que casi ni me acordaba que existían, las dábamos por olvidadas y lo que es peor, las dábamos como no necesarias.
No es un hecho aislado del Hotel que tan amablemente me ha cedido una fantástica Suite en su establecimiento de privilegiada ubicación y mejores instalaciones durante esta semana, sino que este sentimiento lo he vivido en todos y cada uno de los restaurantes, taxis y tiendas por las que he pasado desde ayer.
Me preocupaba que se hubieran perdido los verdaderos valores del servicio que configuran nuestro sector hasta algo que lo lleva a denominarse la Industria de la Hospitalidad. Lo he vivido en primera persona, y recomiendo que otros lo hagan para que sepan de que estoy hablando.
Este calor humano hacen el Invierno de esta ciudad mucho mas llevadero y lo convierten en una experiencia agradable. Bueno, los croissants, los postres y todo lo que se pueda uno comer, tambien influyen.