Hoy me sucediĆ³ un caso curioso y la frustraciĆ³n me hizo reflexionar sobre los principios bĆ”sicos de la fidelizaciĆ³n de clientes.
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Ahora que es primavera me apeteciĆ³ dar un toque de color al jardĆn y fuĆ a comprar algunas plantas a Jardiland, un conocido centro de jardinerĆa que es prĆ”ctico especialmente por que abre los Domingos.
No me considero un gran cliente, mas bien ocasional, aunque es verdad que acudo con regularidad a dicho centro. La tienda dispone de un programa de fidelizaciĆ³n de clientes, que ofrece descuentos sobre los precios marcados en determinados artĆculos, asĆ como un programa de puntos acumulables, redimibles por productos o regalos del propio centro.
Hasta aquĆ todo normal, incluso hasta aburre por lo repetitivo, vamos, que hacen lo que todo el mundo hace.
El programa de fidelidad funciona a travĆ©s de una tarjeta de cliente, de esas baratas y feas que se pelan o se parten dado que pretenden que las incluyas con las llaves de casa. No obstante la tarjeta de cliente nunca ha sido necesaria ya que al pasar por caja, uno puede reclamar que se otorgue la compra a su cuenta de cliente mediante el nĆŗmero de telĆ©fono o en DNI. Lo cual es perfecto, pudiendo llamar al programa un programa semi-virtual dado que no era necesaria la presentaciĆ³n de la tarjeta para disfrutar de los beneficios.
AsĆ ha sido durante aƱos. Hoy para mĆ sorpresa, al pasar por caja con una compra ridĆcula de 80 ā¬ la cajera me dijo algo asĆ como:
Es que el jefe ya no quiere dar los beneficios del programa si no traen la tarjeta, por que dice que perdemos mucho tiempo buscando los datos.
Para algo se les dan lar tarjetas a ustedes.
En cierto modo podrĆa resultar hasta lĆ³gico si se hubiera advertido la obligatoriedad de la presentaciĆ³n de la tarjeta, o si nunca antes hubieran obrado de otro modo.
Pero lo que realmente me produce angustia, son las explicaciones dadas, y como una nefasta polĆtica de comunicaciĆ³n para un plan de fidelizaciĆ³n puede llegar a causar el efecto contrario al que se pretende conseguir mediante el propio plan de fidelizaciĆ³n.
El cliente es el rey, no es por que yo en este caso actuara en calidad de cliente, sino por que entiendo que en el mundo empresarial la orientaciĆ³n al cliente es el factor de Ć©xito.
En este caso la orientaciĆ³n al cliente ha brillado por su ausencia, persiguiendo mas la comodidad de la persona que trabaja en la caja del centro que los propios clientes.
Debo decir que de buena gana hubiera dejado mi compra y me hubiera ido a casa con las manos vacĆas, pero no lo hice. En cualquier caso me plantearĆ© la posibilidad de comprar artĆculos de jardinerĆa en cualquier otro dĆa de la semana, en el cual abren todos los centros.
Y es que seƱores, el cliente es el rey, y por ello, el rey que en este caso soy yo, ha decidido cambiar de proveedor y dejar que se metan ustedes su programa de fidelizaciĆ³n de clientes por donde les quepa.
Tal vez resulte familiar esta vivencia con algunos planes de fidelizaciĆ³n de algunas cadenas hoteleras, o compaƱĆas aĆ©reas. Por eso creĆ oportuno compartirlo