Los recelos de algunos directivos de muchos hoteles hacia la la forma en que la sociedad evoluciona en cuanto a sus hábitos de conducta, son un síntoma de una cultura empresarial que está en jaque y cuestionada nada menos que por el propio mercado. Una resistencia conservadora y defensiva que se refugia en el poder, alimentada por el control jerárquico y vertical de la organización y que bloquea la libertad y la creación del capital humano dentro de la empresa.
Algunos directivos, pasan por alto el hecho que un nuevo poder descentralizado, abierto y compartido, basado en el mérito y la creación, se abre paso con fuerza en las organizaciones, y temen perder el poder si pierden el control.
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La empresa no puede ser un mundo hostil hacia las herramientas y las nuevas prácticas digitales que los empleados y consumidores ya experimentan intensamente fuera de los muros corporativos y de las relaciones comerciales que ofrecen la empresa, sus productos y servicios.